En abril del 2002, cuando todavía se removían escombros del ataque a las Torres Gemelas, Ron Paul pronosticaba "durante la próxima década los ciudadanos estadounidenses serán más pobres y menos libres, al mismo tiempo que dependerán cada vez más del gobierno para su seguridad económica". En su breve intervención en el Congreso de los Estados Unidos, el hoy aspirante a la nominación presidencial por el Partido Republicano basaba sus predicciones en "la intervención del gobierno en la economía y los asuntos privados de nuestros ciudadanos, así como en las situaciones internas de países extranjeros".
Este tenaz, consistente y certero crítico del Leviatán con amargura vislumbraba que "El Congreso y la Presidencia darán un giro radical hacia la expansión del tamaño y el grado de influencia del Gobierno Federal. Esto va a satisfacer tanto a los liberales como a los conservadores. Los poderes policiales y militares van a crecer, para satisfacción de los conservadores. El Estado del Bienestar, a nivel doméstico e internacional, también se abultará, alegrando así a los liberales. Ambos bandos darán su respaldo a las aventuras militaristas en el extranjero." Sobre éstas últimas, el congresista de Texas alertó sobre la guerra inconstitucional que se le haría a Irak con el apoyo de otras naciones. A Tony Blair, de Inglaterra, lo citaba como Rey Momo de ese carnaval macabro en que, por fortuna, nuestra comparsa, que no debió ir, fue sacada a tiempo.
Así como George Orwell explica que el miedo al regreso de Mr. Jones permitió al cerdo Napoleón establecer su régimen de terror en la "Granja de Animales", Ron Paul decía hace diez años: "La erosión de las libertades civiles aquí en nuestra tierra continuarán con el gobierno haciendo un uso excesivo de los generosos poderes que obtuvo con la Ley Patriota, para responder al miedo político de los actos terroristas."
Con la finalidad de cambiar esas predicciones dantescas, que probaron ser tan reales, Paul está en su segunda aspiración por la nominación presidencial del Partido Republicano. Da gusto escuchar en los debates a este buen Ron añejo, de 76 años, enemigo jurado del banco central, la oficina de impuestos y otras agencias federales, interesado exclusivamente en defender principios que no traiciona por conveniencias electorales. Es el único, por ejemplo, que se adhiere a una política exterior de no injerencia en asuntos internos de otros países. Principio extraño para sus extravagantes oponentes, que hablan ansiosos de gobernar con poderes imperiales en su país y el resto del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario