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Bachiller Loyola (1974), Economia (Unphu,1980-Ms Ohio State,1989), Derecho (UTE, 2018). Experiencia laboral en bancos múltiples (BHD, Reservas, Global, Activo); Entidades Reguladoras (Banco Central, Superintendencia de Valores); Consultor, investigador y editor económico en entidades públicas, asociaciones empresariales y centros de investigación (Ministerio de Hacienda, Dirección General Crédito Público, Ministerio Relaciones Exteriores, ANJE, UNE y Fundación Economía y Desarrollo; Articulista prensa nacional (Hoy, El Siglo, Listín Diario y Acento).

miércoles, 15 de febrero de 2012

La Paz con los Videos Juegos de Guerra

No recomiendo prohibir o limitar de manera excesiva el tiempo que sus hijos pasan como soldados virtuales, jugando a la guerra con sus compañeros o, vía Internet, contra adolescentes de todo el mundo.  En vez de  manu militari, mi sugerencia es que vean y comenten en familia, con el mínimo de distracciones, la película “Jhonny Cogió su Fusil”.  Les garantizo que luego del cine forum verán espontáneamente surgir: a) un acuerdo consensuado sobre las horas máximas que dedicarán a estos videojuegos y b) un juramento colectivo de oponerse, y desobedecer si se convierte en ley, a medidas para  imponer  un servicio militar obligatorio.
Si conoce esta obra de Dalton Trumbo, no le sorprenderá mi anuncio de que Jhonny puede traer esta ventura de amar la paz y condenar la guerra.  El mortero que en Modern Warfare III o Call of Duty les añade una sola equis, porque no mató al enemigo que impacta, en la película deja al raso o cabo sin extremidades, de hecho, como un despojo vivo que es sólo cerebro y torso.  Tentación tendrán sus hijos de adivinar el final, siguiendo los parámetros de otras películas.  La cara se reconstruye al estilo robocop o  brazos y piernas biónicas lo convierten en superhéroe. Con las prótesis supera la depresión, recupera la autoestima, hace dinero y se casa con una oriental, como apareció de punta en blanco el Teniente Dan Taylor en “Forrest Gump”.  ¡Frío, frío!


Generales frustrados ordenan mantener con vida al soldado, pero enclaustrado en una habitación aislada de un hospital militar, luego de que no pudieron sacarle al Capellán una inferencia divina. “Explicación no tengo, señores generales, porque esto es una consecuencia de su profesión, no de la mía.” De ahí en adelante, comienza, en blanco y negro, el peregrinar de ese pedazo de carne que piensa. Descubre en escenas desgarradoras su situación física, reflexiona sobre su pasado, interrumpido por una guerra que se le impuso, y se afana en encontrar un método para comunicarse y entender el estado en que se encuentra.

La Clave Morse, que aprendió cuando niño, le permitió comunicar a los jefes militares su deseo final de que, como en los circos, lo exhibieran por todo el mundo para que se conociera la crueldad de las guerras. En la respuesta de los oficiales y el mensaje final del maltrecho soldado encontrará la razón del entusiasmo con que los movimientos pacifistas recibieron esta novela, en los años 40,  y la película, en los 70.  Sin duda también inspiró las protestas estudiantiles y civiles que influyeron para terminar con el odioso draft o servicio militar obligatorio por sorteo.  Extraña lotería en que la suerte de ser seleccionado para ser carne de cañón, en Vietnam y otros conflictos bélicos de esos turbulentos años, tocaba a los más pobres.

 Convencida la familia del horror de la guerra real y unida en responder con un NO contundente, sin admisión de excusas o situaciones atenuantes, al gobierno que requiera su apoyo, no hay que temer a las cintas de combates virtuales. Más bien, comparta con sus hijos, por un rato, esta diversión, como espectador o con su propio control.

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