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Bachiller Loyola (1974), Economia (Unphu,1980-Ms Ohio State,1989), Derecho (UTE, 2018). Experiencia laboral en bancos múltiples (BHD, Reservas, Global, Activo); Entidades Reguladoras (Banco Central, Superintendencia de Valores); Consultor, investigador y editor económico en entidades públicas, asociaciones empresariales y centros de investigación (Ministerio de Hacienda, Dirección General Crédito Público, Ministerio Relaciones Exteriores, ANJE, UNE y Fundación Economía y Desarrollo; Articulista prensa nacional (Hoy, El Siglo, Listín Diario y Acento).

jueves, 8 de marzo de 2012

Crédito, bonos, acciones, libertad de expresión y pluralidad


El crédito bancario es una de las fuentes de liquidez con las que puede operar un negocio. No es única o exclusiva. La reinversión de utilidades, las ventas de nuevas acciones o la colocación de bonos al público también existen.

Una empresa que califica para un préstamo, pero se lo encuentra caro, se puede endeudar directamente con el público emitiendo valores, a una tasa con prima sobre la pasiva de referencia. Con esto consigue un flujo de caja más manejable, con pagos semestrales o trimestrales de intereses, y el saldo de capital a un plazo más largo que una obligación normal. Hasta el riesgo de tasas de interés es posible traspasarlo al tenedor del bono, incluyendo en la estructuración un "call option" que, localmente, se ha hecho hasta sin compensación adicional por ejercerlo.

Esta opción de llamar al bono para ser redimido, como su nombre lo indica, está a la discreción del emisor. No es una obligación. Un ejemplo parecido en el mundo no financiero lo encontramos con la pluralidad en los medios de comunicación. Esta característica es para los propietarios de periódicos, o emisoras de radio y televisión, una opción, no un mandato. Los dueños y directores han valorado y promovido la pluralidad con tanta valentía, y por tan largo tiempo, que parece creemos es parte de la naturaleza del periódico o la definición de una emisora. No es así. Quien trabaja o colabora en ellos opinando es simplemente un invitado, obligado, en consecuencia, a reglas elementales de la etiqueta social. Estas enseñan a no criticar la cena o el vino que brinda el anfitrión y también sobre el protocolo para rechazar o terminar con elegancia una relación.



Una relación con acreedores vía emisión de bonos tiene beneficios sociales que ganan por la milla a programas de reforestar montañas. Mejoran, por ejemplo, la rentabilidad de los depositantes, al pagar tasas más altas que los certificados financieros. Se contribuye así a disminuir la desigual distribución de las riquezas que denuncian los colegas que dirigen sus gremios. La difusión pública de sus estados financieros, la calificación que reciben de firmas especializadas en la evaluación de riesgos y la auditoría que debe rendir a los dueños de los bonos, le permite transparentar sus operaciones a la sociedad. Se elimina, en consecuencia, el estigma de evasor de impuestos o maquillador de balances que flota en algunos segmentos de la opinión pública o en sus trámites con los gestores de la administración gubernamental. Estos últimos ven ahora a una empresa que exige transparencia predicando con el ejemplo, la reconocen como un interlocutor válido y le prestan la atención que no dispensan a diletantes oportunistas o deslenguados.

Con quienes, a propósito, el poder político no busca nada en los tribunales. Es mejor aguantarse las ganas, considerar gajes del oficio la virulencia de ataques verbales y responder a los sensatos en un debate de ideas donde sobra el mallete. A los gobernantes les toca ser "tolerantes hasta que duela", porque es la reacción a sus críticos lo que define el clima de libertad de expresión en una nación. Lo que pasa al interior de los medios privados en nada cuenta para medir esa libertad fundamental. Desaparecer por voluntad propia del locutorio, sólo o en combo, si se percibe en el dueño cambio de rumbo, es equivalente o tiene la misma importancia que una actualización de la cuenta personal en las redes sociales de la Internet.

En la Web se observa que la popularidad entre los cibernautas aumenta para empresas que deciden poner en venta sus acciones. La superioridad sobre los bonos en economía financiera y relaciones públicas es aquí sustancial. No hay erogaciones fijas para los que confían en la compañía y la apoyan comprándole participaciones de capital. Con ellos se comparte parte de los beneficios en dividendos, si así lo dispone la administración, o todos se reinvierten para financiar una expansión rentable que aumente el precio de las acciones. La receta perfecta se logra al añadir la oferta de remunerar la gerencia con opciones para comprar participación patrimonial, permitir esto también a los trabajadores y agregar un condimento verde en el campo o la ciudad. Así logra abjurar el crédito bancario, agradecer por cortesía las promesas que lo tendrán a borbotones y dejar sin aire, o subiendo por las paredes con las uñas, a su universo de detractores.

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