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Bachiller Loyola (1974), Economia (Unphu,1980-Ms Ohio State,1989), Derecho (UTE, 2018). Experiencia laboral en bancos múltiples (BHD, Reservas, Global, Activo); Entidades Reguladoras (Banco Central, Superintendencia de Valores); Consultor, investigador y editor económico en entidades públicas, asociaciones empresariales y centros de investigación (Ministerio de Hacienda, Dirección General Crédito Público, Ministerio Relaciones Exteriores, ANJE, UNE y Fundación Economía y Desarrollo; Articulista prensa nacional (Hoy, El Siglo, Listín Diario y Acento).

jueves, 6 de octubre de 2011

Libertad Expresión Presos

http://www.hoy.com.do/opiniones/2011/10/5/396247/De-buenos-malos-y-libertad-de-expresion

El derecho a la libre expresión, como bien lo define Ayn Rand, implica poder expresar ideas sin el peligro de supresión, interferencia o acciones punitivas por el gobierno.  Una aclaración que hace, poco asimilada por muchos,  es que “no significa que otros hombres deban proveerle con un local o auditorio, con una estación de radio o un periódico por el cual él pueda expresar sus ideas.”  Luce que en nuestra legislación, a criminales repulsivos como el referido en este artículo, se le podría  impedir legalmente lucrarse escribiendo, por ejemplo, una novela lúgubre sobre su homicidio; no su derecho a expresarse sobre política o farandula en cualquier medio privado que le ofrezca un espacio.  Claro, en una justicia con base en la naturaleza libertaria del individuo, este debate no estuviera ocurriendo.  No hay forma de dar rienda suelta a impulsos literarios, una vez se ha recibido la pena capital.
  
Lo que ahora puedo hacer, con todo derecho, es no leer ese periódico,  cancelar mi subscripción  o bloquear su acceso en mi navegador de red, notificando mi protesta al editor.  También organizar o apoyar un movimiento para boicotear el consumo de bienes y servicios de las empresas que se anuncian en el medio, atrayendo a individuos que compartan la idea.  Si nada de esto le importa a un sádico dueño de medio,  solo recursos violentos podrían impedir la difusión de sus ideas, vía que no compartimos.  En vez de solicitar al gobierno que coarte el derecho a  la libre expresión de los presos, la presión debe hacerse en que evite la cada vez mayor variedad de delitos que se orquestan desde las cárceles, como el de la ya legendaria llamada del accidente del pariente y la compra de tarjetas de llamadas en el colmado del barrio.

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